Por Emilio Ramos (Grupo de salud y desarrollo).
Hay que tener cuidado con lo que se desea porque se puede conseguir.
Había deseado muchas veces realizar actividades de cooperación internacional y la ocasión surgió por primera vez en el verano de 2000, necesitaban un médico de familia en una comunidad campesina del oriente de Bolivia, en la provincia de Santa Cruz de la Sierra. Cuando el 30 de junio de 2000 aceleraba el avión en la pista de despegue de Barajas, la idea de que allí empezaba la aventura ocupaba mi pensamiento.
El viajar supone un cambio, encontrarse con lo diferente, conocer gentes , lugares y lo que probablemente supone el mayor desafío, encontrase con uno mismo. El viaje exterior, el desplazamiento y el viaje interior con transcurrir y destino siempre desconocido.
Por dos veces más regresé a Bolivia (es difícil para mi usar el singular porque fueron, los dos últimos, viajes en equipo) en otoño de 2008 y 2009. Durante este tiempo diseñamos y desarrollamos un proyecto de salud que se vio sometido a diversos avatares sociales, políticos y técnicos. Un descubrimiento nos llevó a cambiarlo, porque nos enfrentamos a un gran problema y una inmensa necesidad, el mal de Chagas-Mazas.
Trabajábamos en el oriente Boliviano, la región tropical y la más rica de la nación más pobre de Sudamérica después de Haití. Otro descubrimiento, la Misiones Jesuíticas. En el siglo XVII los jesuitas habían creado un rosario de misiones desde el sur de Perú, Bolivia , Paraguay hasta Río de la Plata, un proyecto admirable por estructura física y por importancia sociológica y antropológica.