Se trata de dos de las 11 provincias de Mozambique, país con una superficie de algo más de 800.000 km2., con una alta tasa de analfabetos y una elevada mortalidad infantil. A estas circunstancias adversas, hay que añadir los desastres naturales provocados por inundaciones, ciclones y sequías, lo que hace que Mozambique sea el segundo país del mundo con más impactos previstos por el cambio climático. Así pues, no nos encontramos durante nuestro recorrido, como colaboradoras de OXFAM INTERMON, con esa imagen idílica de Africa, con sus inmensos paisajes, parques nacionales, hermosos lagos y praderas. Sin embargo descubrimos a personas que luchan y sufren sin perder la sonrisa, nos emocionamos con las risas de los niños y pusimos rostro a los beneficiarios de proyectos humanitarios, aunque para ello tuviéramos que atravesar caminos intransitables, sin montes, ni ríos ni fauna salvaje.
El propósito del viaje era conocer un Programa de “Apoyo a medios de vida Vulnerables” cuyo objetivo consistía en el acceso al agua potable y a los servicios de saneamiento, en los distritos de Chigubo y Funhanlouro, áreas pobres, marcadas por la sequía, aisladas, con una baja densidad de población y un 82% de analfabetos, donde, parafraseando a Kapucinsky, “la vida es un esfuerzo continuo, un intento incesante de encontrar ese equilibrio tan frágil, endeble y quebradizo entre supervivencia y aniquilación”. Para ello se construyeron 40 cisternas familiares para recoger el agua de lluvia y así poder disponer de agua potable y mejorar la higiene familiar, además de dos pequeñas represas, es decir, dos barreras de contención de las crecidas de un río temporal. Ello evitaría que mujeres y niñas, además de recorrer grandes distancias bajo un sol abrasador, se expusieran a accidentes, ataques de animales e incluso violaciones. No olvidemos que más de la mitad de sus unidades familiares tienen como cabeza de familia a una mujer quien además de ocuparse de la economía doméstica, realiza la tarea agotadora de cultivar la tierra sin animales ni arados.
El agua salva vidas, sus consecuencias son evidentes. De una parte, se sabe que el consumo de agua sucia, por las enfermedades relacionadas, mata más niños que la guerra, la malaria o el Sida, y de otra, permite instalar sistemas de riego para incrementar la producción de alimentos, proporcionar la construcción de letrinas y facilitar una higiene básica como el lavado de manos, factor decisivo en la reducción de enfermedades.
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