Por Daniel Boyano Sotillo.
Las montañas, además de meros lugares donde se practican actividades deportivas o centro de estudios para personas investigadoras como las de Cryosanabria, son veneradas en todo el mundo como lugares misteriosos que tienen el poder de evocar un intenso sentimiento de lo sagrado. Para las poblaciones de muy distintas culturas, ese misterio y ese sentimiento de lo sagrado dan sentido y vitalidad a su existencia.
Muchas culturas hablan en sus tradiciones de la “unión” entre la tierra y el cielo, y hablaban de que sobre las altas montañas existía la posibilidad de tal contacto. Hay montañas que se han convertido en verdaderos mitos: las montañas del Cáucaso, célebres por ser el lugar donde supuestamente encadenaron al titán Prometeo; el Monte Olimpo; el Ararat, donde se supone que encalló el Arca de Noé; el Fujiyama en Japón, el monte Kailas en Tíbet o el monte Meru de los budistas. En todos los continentes el ser humano ha realizado pirámides de diversas formas y tamaños para imitar, de alguna manera, a las montañas sagradas.
El Himalaya también se ha convertido en un mito con el paso de los años, no solamente para los alpinistas, sino para todo aquel que ama las montañas.